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julio 01, 2023

Larga ausencia

Llegaba después de años de ausencia. Desde aquella madrugada de la drástica decisión, cuando optó por escuchar la llamada interior, perseguir una ilusión. ¿Delirio, desvarío? Cosas de soñadores, de artistas… cosas de locos dirán algunos. Cesar decidió cabalgar sobre quimeras y probar suerte por el mundo con su música.

Sus convicciones le dieron resultados satisfactorios: teatros llenos, ovación del público,  inolvidable retumbe de los aplausos y rostros emocionados de quienes escuchaban sus melodías. Así en algunos años el dinero se acrecentó y llegó a ser millonario. La gente le decía el “violonchelista solitario”, ya que todos sabían de su genialidad al ejecutar el violonchelo y también de su profunda soledad.

Aquella madrugada, se anticipó al canto del gallo y sin hacer ruido la miró mientras dormía entre sábanas desparramadas. Sábanas en las que unas horas antes habían hecho el amor, cuando ella ni sospechaba que él se alejaría.

Por largos minutos la observó callado, con lágrimas en los ojos y un camino por andar. Se prometió a sí mismo retornar el día que se hubiera forjado un porvenir digno de este gran amor y al fin ser totalmente felices.

No obstante en cada melodía la recordaba, lo inspiraba a escribir piezas musicales maravillosas, armonías impactantes. Cada vez que frotaba las cuerdas con el arco del instrumento sentía que eran sus propios dedos sobre el pentagrama de la piel femenina.

Y hoy era el momento tan esperado, el día de su regreso. Retornaba tal como se fue, sin aviso, sin palabras. Bajo el sombrero el níveo cabello, sobre su espalda el instrumento que tantos reconocimientos le valió, en su mano derecha un paraguas de mil tormentas y en su pecho los mismos latidos amantísimos.

El humilde pueblo cual retrato del pasado, permanecía igual. La angosta senda por la que solían pasear tomados de la mano, los alambrados, las casa blanquecinas y al  fin el portal. Se encontraba parado frente al modesto portal de la morada de rememorada felicidad.

Dio tres suaves golpes con los nudillos de su mano izquierda y sin demoras atendió una joven alta y robusta de cabellos castaños sostenidos con una evilla, dijo:

    Buenas, ¿qué se le ofrece?

    Buenos días, la señora. Consuelo Oliveira, ¿Vive aquí verdad?

    Sí,  ¿Qué necesita?

    Hablar con ella…

    Usted debe hacer mucho tiempo que no la ve, porque ella hace años que no habla.

    Si, hace muchos años que no la veo.

    ¿Es usted pariente o amigo? Porque  tengo entendido que la señora sólo tiene una sobrina. ¿Cómo es su nombre Señor?

    Dígale que soy Cesar Guidoni

    ¡Cesar Guidoni! ¿Será usted ese Cesar que ella menciona siempre?

    ¡Aún me recuerda! ¡Qué alegría!

    Mejor dicho, es lo único que recuerda. Pase usted Señor, sólo unos minutos por favor.

Al entrar a aquella casa, un vendaval de recuerdos lo invaden.

   Aquí a la habitación

Con suma emoción y el pulso cardíaco indomable. Al fin la vería, al fin podría retomar el amor en pausa. Su mirada ansiosa hizo un recorrido por esa habitación hasta posarse en la mujer del sillón que contemplaba la ventana con su “mirada de las mil yardas”, a un punto inexistente. La observó, era ella: su piel tersa, sus manos delgadas, el cabello ondulado hoy con algunas canas y la elegancia en su postura. No cabían dudas era Consuelo.

   Señora Consuelo, ha llegado Cesar.

Luego de unos minutos la mujer expresó:

   ¡Cesar!

   Sí, soy Cesar querida Consuelo. ¿Te acuerdas de mí?

   Cesar, Cesar, Cesar… se fue…

   No, aquí estoy.

La cuidadora aclaró:

   Ella siempre repite lo mismo, son las únicas palabras que pronuncia.

   Explícale por favor, que yo soy su Cesar y que he llegado para quedarme.

La empleada trató con mucho empeño de que asimilara lo que ocurría, pero la mujer permanecía con su mirada lejana y en sus labios, ese nombre.

                                                                                                                © Patricia Palleres

Relato inspirado en el cuadro de "Músico camino a casa" de Hugo Muhlig 


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9 comentarios:

  1. Qu+e gran e oción la lectura de este relato. Por lo humano y quebrantador. UN abrazo. Carlos

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  2. Un gran paradoja se lee aquí ...de vivencias que quizás más de alguno vivió y pudo contarlo...a veces hay daños irreparables.
    Abrazo.

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  3. Oh, con este relato hermoso y triste has tocado las fibras de mi alma, emocionante
    Un abrazo

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    1. Amores que durarán toda la vida alejados por un "mal entendido".

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  4. Triste y conmovedor relato
    Un abrazo

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Gracias amigos por dejar aquí una de las cosas más sagradas que tenemos: las palabras
Las valoro con el alma.
Un gran abrazo, Pat