Aquella era una madrugada clara y un poco fría en el Whashington de 1910.
Thomas se preparaba para comenzar la jornada laboral. Inteligente para los negocios, había invertido todo su capital en esto tan novedoso. Se sentía reconfortado con su trabajo y el resultado que había generado. Estaba seguro de que la visión de futuro no le fallaría.
Además, la ciudad de Seattle era el centro y cúspide de las gasolineras. Él siempre pensó que, si Bertha Benz hubiera tenido una gasolinera cerca, no hubiera recurrido a la farmacia para obtener combustible.
Pero eran otros tiempos. En 1888 nadie imaginaba que podía existir tal cosa, y aquel día trascendente, cuando la mujer salió a recorrer los 200 km con el automóvil inventado por su esposo, se quedó sin gasolina.
Por eso a Thomas le agrada decir “estación de servicio”: siente que brinda una utilidad, un auxilio, un provecho. Consciente de ello, se desempeña con mayor ahínco al saber que ofrece un beneficio y que si su “estación” no existiera, muchos quedarían parados en el camino.
Y no hay nada más horrendo en la vida que el camino frustrado.
©Patricia Palleres
Relato inspirado en la pintura: "Gasolina" de Hoppe
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Me quedé con las ganas de seguir leyendo.Besicos
ResponderEliminarHola Charo querida, esta vez fue breve el resto queda a cargo de la imaginación. Abrazo grande!!
EliminarAhora entiendo el nombre de estación de servicio.
ResponderEliminarAbrazos.
Qué bueno Sara!!
EliminarLes cuento que he tardado en responder mensajes porque no podía entrar a mi propio blog, espero sepan disculpar.... Un saludo
ResponderEliminarLa idea del buen servicio. Un abrazo. Carlos
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