En el patio grande de la Abadía de Saint-Georges de Boscherville, miraba todo con admiración, ya que nunca había estado allí. Los zorzales cantaban y la brisa matinal acariciaba su rostro. Era muy temprano.
La niña y su hermana mayor acompañaban a la abuela que
caminaba lentamente por su afección de rodillas y ya no tenía fuerzas para
cargar el pesado canasto. Así fue que inmediatamente le ofrecieron una silla y,
desde allí, les indicaba a las dos muchachas qué ropa o alimento debían apartar
para que se los diera el capellán cuando llegara y comenzara a repartir.
Desde lejos se destacaba un vestido bermellón prolijamente
colgado. Verdaderamente le gustaba muchísimo: se imaginaba con él puesto para Navidad.
Quería dar cientos de vueltas para ver cómo flameaban sus volados y lucir el
bordado de las mangas.
—Abuela, ¿podemos llevar ese vestido para mí?
—Pero, hija, tú tienes 10 años y ese vestido es para alguien
de 17.
—Mamá me lo podrá arreglar…
—No lo creo. Hay que tomarle de todos lados y se deformará.
—Abuela…
—¡No se habla más del asunto!
La niña permaneció muy triste, con sus ojitos a punto de
llorar.
La espera del capellán se extendió por varias horas y cada vez
se agolpaban más personas de todos los rincones. La hermosa abadía estaba
colmada de indigentes y campesinos muy pobres esperando llevarse algo y pasar
el invierno.
Hasta que al fin llegó el Capellán Padre Simón. Para sorpresa
de todos, lo acompañaba el Rey Luis VI quien venía a hacer sus donaciones y
limosnas.
La niña no lo conocía y lo vio como un gigante gordo de ropas
muy lujosas. Pensó que debía tener mucha plata y en su inocencia corrió hacia él
y se abrazó a una de sus piernas.
—¡Señor, quiero ese vestido! ¿Me lo compra?
— ¿Qué vestido quieres, pequeña?
—Aquel, el que está colgado, el de color bermellón y puntillas
blancas…
—¡Pero claro que te lo compraré!
—Niña, ¡deja de incomodar a nuestro rey! —amonestó la abuela—. ¡Ven para
acá!
La hermana mayor se apresuró a traerla, pero la pequeña escapó
corriendo. Así ambas corretearon, pasando por entre el capellán y la gente que
estaba allí, dando vuelta los canastos y revolucionando el lugar. La abuela se
tomaba la cabeza con las manos.
Mientras tanto, el Rey no notó el desorden y compró por una
buena suma aquel vestido. Volteó su mirada buscando a la niña que le había
hecho el pedido. La vio corriendo en el otro extremo del patio cerca de la
fuente, y su hermana tras ella.
—¡Ven, pequeña! ¡Aquí está el vestido que tanto querías!
Al escuchar, la niña cambió el rumbo de su carrera. No podía
creer lo sucedido: ¡el vestido soñado era suyo por fin! Se dirigió al señor gordo
inmenso que debía tener dinero y que no era nada más ni nada menos que el Rey
de Francia…
De pronto, en adelante la secuencia de esta historia se
enlenteció, como si todo se hubiese puesto en modo “cámara lenta”. Le costaba
llegar a tomar la prenda tan deseada. Como si el tiempo se hubiera frenado, las
voces se alargaban sonando dos o tres tonos más graves y, en vez de recuperar
el ritmo normal, los movimientos se retrasaban más. Las personas a su alrededor
se veían como esfumadas, borrosas…
Sintió que algo la succionaba y la llevaba velozmente de allí.
Pegó un salto y sus ojos se abrieron. Esta vez era real. Estaba despertando de
un largo sueño, apoyados sus brazos y cabeza sobre libros y enciclopedias con
las que investigaba sobre las “casas de limosnas” y la vestimenta del siglo
XII.
Le costó reencontrase con su tiempo y la realidad del 2023. Lamentó
no haber recibido el atuendo que, aunque fuera en sueños, le hubiera gustado
vestir.
No obstante, siguió estudiando para el último examen del año.
©Patricia Palleres
Relato basado en la obra del pintor británico William Logsdail LA CASA DE LIMOSNAS EN ANTWERP.
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Había detalles tan curiosos en épocas pasadas, que su estudio desencadenó el sueño de tu protagonista.
ResponderEliminarMe gustó mucho tu historia.
Un abrazo.
Me encantó el relato.Besicos
ResponderEliminarQué alegría, besitos para ti también
EliminarPues yo llevo unos días que estoy leyendo libros que se pasan a otro tiempo...me encantan, sobre todo desde que leí Viajera y todos los de Diana Gabaldón.
ResponderEliminarUn beso
Qué buen dato nos dejas, muchas gracias!!
EliminarCada obra de arte te sumerge en una época, tiempo y espacio ideal para la transportarnos con la imaginación.
ResponderEliminarSi, así es cada tiempo tiene su particularidad y eso me apasiona.
EliminarUn muy bonito y entretenido relato.Por un momento quise con muchas fuerzas que la niña obtuviera su tan anhelado vestido.
ResponderEliminarGracias Ange, abrazo
EliminarOJALÁ LA NIÑA SUEÑE NUEVAMENTE Y OBTENGA SU VESTIDO, EN SUEÑOS, PERO DESE SU REALIDAD. GRACIAS AMIGA PATRICIA PALLERES!!!
ResponderEliminarDios te escuche, un beso grande
EliminarEl mundo de los sueños , es inagotable , y vivencial , hasta que la realidad , nos despierta , pero no dejan de ser hermosos , cómo los de esa niña , bonita historia , felicitaciones Patricia 😘
ResponderEliminarPatricia, me llevaste a esa época! Recorrí lugares y vi personajes. Gracias por compartir! Felicitaciones por tu relato, habla de vos como buena escritora y lectora. Abrazos!
ResponderEliminarPatricia, gracias por visitar uno de mis blog, siempre serás bienvenida.
ResponderEliminarMe encanto el relato, que la niña tenga su vestido soñado.
Cariños y besos