Hacía muchos años que no se veía cosa igual. El viento y
la lluvia se presentaron con una fuerza inusual y las olas revueltas
nos sometieron a una dramática situación. En pocos minutos nuestra
nave era un sinnúmero de restos esparcidos sobre las aguas alocadas y
nosotros entregados al océano como presas en las fauces
de un animal feroz.
Luego, la terrible tragedia que superó
todo lo demás…
Durante la mañana, cuando aún reinaba la calma,
parecía rodearnos un espíritu premonitorio ya que mi hijo, el único que la vida
me ha dado, me repetía una y otra vez, como buscando que no me quedaran dudas:
—Papá, te amo y te doy las gracias por estos catorce
años de vida…
Horas más tarde quedamos a merced de la
tempestad. La virulencia del temporal arrastró a mi muchacho.
Inútilmente intenté alcanzarlo. Por el contrario, fui
testigo de cómo las aguas, cual débil ramita seca, se adueñaban de su ser
asustado.
Hasta que en el universo de olas embravecidas lo divisé
aferrado a un trozo de madera de roda como un tajamar, lo traje hacia
mí tomándolo por uno de sus brazos e intenté
reanimarlo durante mucho tiempo. Abracé
su cuerpecito blanquecino con la misma ternura y amor con que lo
abrazaba recién nacido: su pequeño cuerpo refugiándose en la inmensidad de
mi pecho y, por última vez, volví a transmitirle mi aliento de
vida mientras le pedía a Dios que Él mismo fuera quien soplara sobre
su nariz.
Las violentas olas buscaban volver
a arrebatármelo, pero lo sostuve con
fuerza. ¡Grité desgarradoramente! ¡Quería hacerlo reaccionar!
—¡¡¡Hijo mío!!!
Me negaba a soltarlo, me resistía ante la bravura de
las aguas. Pero eran inútiles mis esfuerzos. Su cuerpo laxo, su
rostro inexpresivo y pálido me indicaban que su alma estaba ausente, que ese ya
era el cadáver de mi hijito.
Le di el último beso bañado de olas y las sales de
mis lágrimas al ver que ya nada se podía hacer para traerlo a la vida ni
tampoco para poder honrarlo como se debía. Me rendí, lo entregué a los oscuros
laberintos del mar…
(Relato basado en la obra "Adiós de Alfred Guillou")
© Patricia Palleres
Desgarrador, nos has metido en la piel del padre y duele, imposible saber como reaccionaríamos en una situación similar. Un abrazo
ResponderEliminarHola Ester, es muy difícil estar en
Eliminarla situación de ese padre. Saludos querida amiga, gracias por pasar por aquí.
Un relato que hiela hasta el alma. El espíritu de una mujer, anfrentándose a las difiultades del amor embravecido para salvar a su hijo. Desgarrador. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarGracias querido Carlos. Abrazo inmenso...
EliminarEs un bonito relato. Felicidades.
ResponderEliminarUn saludo.
Valoro tu visita y comentario. Un abrazo 🤗
EliminarHola, he venido de la mano de Patricia y no me ha defraudado nada, una historia donde la bravura de una mujer y el deseo de salvar a lo que más quiere la hace ser la heroína de la historia.
ResponderEliminarLa rendición no es el fracaso, es la lucha y esfuerzo.
Un saludo, felicidades.
Hola Campirela querida, agradezco tu visita. Te envío un cariño grande.
EliminarMe has dejado con el corazón encogido y sin palabras.
ResponderEliminarEs mi primera visita, pero intentaré volver.
Pese al impacto que me ha causado, tengo que reconocer que está maravillosamente relatado, la misión del escritor es llegar al corazón del lector y tú lo has hecho con creces.
Cariños.
kasioles
Muchas gracias!!
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