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diciembre 06, 2024

Dignidad

Después de un vertiginoso día, Emilia se sentía especialmente  desmoralizada y desanimada. Es que, como siempre, había puesto lo mejor de sí en su trabajo, pero hoy algo la hizo sentir muy mal. Se preguntaba de qué le servía esmerarse…

     Esa mañana, al entregar su trabajo, el cliente le manifestó que no le gustaban las terminaciones y, por lo tanto, no pagaría por eso. Ella prometió tenerlo solucionado para el día siguiente.

    Lo que este cliente no sabía es que Emilia había dedicado mucho tiempo tratando de estar en todos los detalles porque esa era su costumbre: así se le había enseñado y para ella era preciso hacerlo así. Le dolió que le tirara los zapatos sobre el mostrador y se fuera dando un portazo. Se sintió rebajada en su honradez. Ella no era todo eso que el hombre dijo. Tampoco era necesario tratarla de esa manera.

     La muchacha optó por no contestarle ni defenderse. En realidad, no sabía discutir: nunca había visto euforia parecida en nadie.

     Decidió irse al campo, disfrutar toda la tarde del silencio y la paz que siempre encontraba allí. Necesitaba estar consigo misma, estar en soledad…

     Al sacar las llaves de su bolso, enganchado venía un papel que voló por el aire y cayó en un zigzag al suelo. Al verlo se sorprendió, ya que era una fotografía que había estado buscando desde mucho tiempo atrás. Allí estaba la pequeña Emilia con tan solo cinco años, junto a su abuelo de 76, en su taller de zapatero, ambos con rostros rebosantes de felicidad.

     Al ver la imagen, cascadas de nítidos recuerdos llegaron a su mente. Ella estaba convencida de que nada era casualidad y que por alguna razón aparecía hoy esa antigua foto. Tomó el suceso como un signo, un mensaje, una caricia de Don Anselmo que le decía:

    —Haz hecho bien, mi niña, has entendido lo que te enseñé aquel bendito día. ¿Te acuerdas cómo nos reímos y todo lo que aprendiste jugando?

      Mentalmente ella le contestaba:

    —Sí, abuelo. Descubrí la magia de dar vida a unos zapatos viejos. Desde aquel día amé esta profesión…

     Emilia no se volvió para colocarla en el álbum de fotografías, sino que se la llevó con ella. Subió a su camioneta sintiendo que su amado abuelo la acompañaba diciéndole:

     —Todo trabajo es digno siempre que se haga con amor —y le repetía— Tranquila, lo has hecho bien, mi niña.

 

                                                                          ©Patricia Palleres 
 Basado en la Obra: “El zapatero y la niña” de Norman Rockwell

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12 comentarios:

  1. En el momento justo, apareció la foto para sentir a través de los recuerdos, el apoyo necesario del abuelo. Nada es solo porque sí.
    Muy buena historia.
    Un abrazo grande.

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    1. Hola Sara O. Durán, tengo la convicción de que nada es casualidad y que las formas de comunicación de nuestros seres queridos que no están, son muy variadas...
      Abrazo mi querida amiga!

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  2. Cada quien se dignifica en el trabajo y a veces hay que rehacer y no es pérdida ,sino ganancia en el deber cumplido por lo que se es capaz de hacer .
    Linda semana.

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    1. Hola Meulen, si en la buena atención también se gana. Un bese grande

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  3. Todo muy bien pero cuál es la enseñanza para el maleducado del cliente? La justicia muchas veces queda tuerta, un abrazo Patricia!

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    1. Hola María Cristina. En este relato Emilia le da al maleducado una lección de vida o al menos eso se trató transmitir.
      Saludos amiga querida.

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  4. Un bonito mensaje nos dejas con este texto ya que el recuerdo de su abuelo la subió en animo que el cliente descontento la dejo.

    Saludos.

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    1. Hola Tomás, creo que existe esa interacción con los seres queridos que están en otro lugar...
      Gracias por tu visita, Saludito

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  5. Hola, Patricia, vengo a devolverte tu cariñosa visita a mi blog. Me ha encantado visitar el tuyo.
    Muy emotivo el relato.
    Los valores inculcados en la infancia, forman parte del legado de nuestros mayores y nos acompañan siempre.
    Un saludo.

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    1. Hola Maripaz, un gusto recibirte por aquí. Agradezco tu comentario. Abrazo

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Gracias amigos por dejar aquí una de las cosas más sagradas que tenemos: las palabras
Las valoro con el alma.
Un gran abrazo, Pat